miércoles, 21 de agosto de 2013

Managua, yo también me amo.




Asumir Managua quizás sea un acto autocomplaciente, rescilente y medio suicida. Hace años cuando Managua era Managua se le tenían muchos calificativos bonitos y significativos desde considerarla una de las capitales más modernas de Latinoamérica, Managua,  Linda Managua, “Tus pechos son dos volcanes…” en la más machista de las síntesis hasta la capital del país violentamente dulce en la más orgásmica de las manifestaciones verbales. Después del terremoto si escribimos sobre este pueblón se nos salen los textos más maricas del mundo. Leer de nuevo, por favor: los textos más maricas del mundo. Lloramos por todo: el calor, la basura, el tráfico y las cosas balurdes que se activan al nombrar a la capital que nos hemos esmerado en hacer.

Me gusta la inquietud de idealizar una Managua más cómoda y alentar en los otros la idea de insinuarle cosas o sencillamente cuestionar la ciudad porque no nos agrada. 100 En un Día Managua, visto como la sugerencia de voltear a ver la vida cotidiana de esta ciudad como si le tuviéramos cariño me dio en lo personal esa posibilidad: la de apropiarme por un ratito de este pueblón que para bien o para mal es en el que estamos y el que podemos transformar si lo sugerimos o si “sencillamente” lo hacemos.

La intervención de la ciudad por la motivación de atender a ella quizás sea más bien una necesidad antropológica o derivativa de ataviarla, empericuetarla, ¡qué sé yo! y en ese sentido es un acto de autoestima colectiva un tanto suicida por cómo ella se comporta cuando se le cuestiona, adorna o provoca. Yo por mi parte basado en esa teoría arbitraria y ocurrente como suelen ser mis abstracciones quisiera mandar una cortesía reflejo en la medida en que yo soy Managua y la ciudad en la que sobrevivo sos vos, es decir, a ustedes y a mí diciéndonos: Managua, yo también me amo, a pesar de vos.

Fernando Alemán Malespín
Diseñador gráfico y Artista visual

 Agosto de 2013

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