Hace 5 años era interesante ver a
más de 5 millones de personas atacando un troleo artístico desde la trinchera
de lo políticamente correcto, cuya base estratégica fue la psicología del rumor
implícita en la posibilidad de la muerte de un perro colocado irónicamente en
una galería de Arte en Managua en medio de un contexto político-mediático delicado
para Nicaragua y Costa Rica. La obra para mí ha significado un gesto de ponerle
sal a la herida de forma pertinente para revelar ácidamente la hipocresía del
criterio de lo que se considera que está “bien”.
No quisiera debatir sobre la obra
en términos del comentario intrartístico en ella, porque sé que no sería la
primera vez en la historia del Arte que se cuestiona la condición propia del Arte. Ese debate
es para los conservadores que no imaginan un mundo más allá. Personalmente me interesa
el Arte que se construye desde valores imaginativos y variables de
cuestionamientos al sentido común. Si hay un antivalor interpretable desde las
escalas de valores del mundo del Arte actual en la obra de Habacuc es aquel que
tiene que ver con calcular la oportunidad de la presencia mediática anhelada
por muchos autores y construir un símbolo significativo a partir de ello. Del libro escrito acerca de la obra puedo
decir que no lo he leído. Para mí se suma a la lista de carroñeros que ven la
oportunidad de vender algo en medio del éxito mediático del símbolo generado. Una
practica común en las estrategias publicitarias contemporáneas. Favor incluirme
por escribir esto.
La obra de Guillermo Vargas (Habacuc)
nos deja la reflexión acerca de lo cuestionable que es el criterio de lo políticamente
correcto como modelo de conducta hipócrita frente a situaciones a las que
respondemos por conveniencia ética y no por una interiorización de valores al
respecto.
En medio de la situación fue
interesante observar cómo los detractores de la obra terminaron por cansarse en
debatir ante el cinismo del autor y hasta cambiar de criterio. Cambiar de opinión
para quedar bien con otros es una opción no una condición necesaria. Lo
importante acá no es cambiar de amo, sino dejar de ser perro.
Fernando Alemán
Julio de 2012
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