sábado, 28 de julio de 2012

Del perro de Habacuc 5 años después.



Hace 5 años era interesante ver a más de 5 millones de personas atacando un troleo artístico desde la trinchera de lo políticamente correcto, cuya base estratégica fue la psicología del rumor implícita en la posibilidad de la muerte de un perro colocado irónicamente en una galería de Arte en Managua en medio de un contexto político-mediático delicado para Nicaragua y Costa Rica. La obra para mí ha significado un gesto de ponerle sal a la herida de forma pertinente para revelar ácidamente la hipocresía del criterio de lo que se considera que está “bien”.

No quisiera debatir sobre la obra en términos del comentario intrartístico en ella, porque sé que no sería la primera vez en la historia del Arte que se  cuestiona la condición propia del Arte. Ese debate es para los conservadores que no imaginan un mundo más allá. Personalmente me interesa el Arte que se construye desde valores imaginativos y variables de cuestionamientos al sentido común. Si hay un antivalor interpretable desde las escalas de valores del mundo del Arte actual en la obra de Habacuc es aquel que tiene que ver con calcular la oportunidad de la presencia mediática anhelada por muchos autores y construir un símbolo significativo a partir de ello.  Del libro escrito acerca de la obra puedo decir que no lo he leído. Para mí se suma a la lista de carroñeros que ven la oportunidad de vender algo en medio del éxito mediático del símbolo generado. Una practica común en las estrategias publicitarias contemporáneas. Favor incluirme por escribir esto.

La obra de Guillermo Vargas (Habacuc) nos deja la reflexión acerca de lo cuestionable que es el criterio de lo políticamente correcto como modelo de conducta hipócrita frente a situaciones a las que respondemos por conveniencia ética y no por una interiorización de valores al respecto.

En medio de la situación fue interesante observar cómo los detractores de la obra terminaron por cansarse en debatir ante el cinismo del autor y hasta cambiar de criterio. Cambiar de opinión para quedar bien con otros es una opción no una condición necesaria. Lo importante acá no es cambiar de amo, sino dejar de ser perro.
Fernando Alemán
Julio de 2012



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