miércoles, 28 de julio de 2010

El secuestro de los signos.


No es ninguna novedad que el significado de algo atiende a una asignación arbitraria. (véase Saussure). ¿Cómo podemos justificar la trascendencia iconográfica actual de Sandino, Darío, Bolívar y el Che Guevara o los signos que son vehículos asociados al ideal de la felicidad: el amor, la risa, la belleza, el querer salir de la pobreza? Lo veremos luego.

La reacción ante un signo muchas veces está considerada desde las necesidades y motivaciones de quien lo percibe (Véase a Maslow). Un logo, un ilustre personaje o una frase célebre. Ya quisiera usted que se le ocurriera una frase célebre. Mi punto es que la reacción está dada desde la propia conciencia: un reflejo de tus compulsiones, complejos, ideales y excusas para vivir. La selección del signo está o debería estar (desde mis compulsiones, complejos, ideales y excusas para vivir) motivado desde la propia conciencia, pues actualmente se viven “creando” o derivando de iconografías tradicionales que suponen experiencias significativas para ciertos grupos, es decir, hoy decidimos poner una determinada experiencia o signo gráfico, visual o de sonido delante de los sentidos de alguien no solo para emitir un mensaje, sino que esperamos conseguir un efecto, lo cual no es ninguna novedad. Es una forma de pensamiento en las prácticas de creación contemporáneas.

En sociedades polarizadas como la nuestra es necesario atender a la dinámica de los signos dentro del sistema en el que están inscritos, pues de esa dinámica depende su interpretación y por supuesto el efecto que van a generar. De ahí se desprenden las lecturas acerca de la honestidad, el oportunismo y la manipulación presentes en el uso del signo que busca un determinado propósito: informar, conmover, vender y por supuesto también divertir, según sea el caso.

Es así como nos apoderamos de los signos de forma ilusoria y todo mundo tiene algo que argumentar a favor o en contra del Arte actual u otra manifestación humana que haga uso de los signos, lo cual relativiza cualquier pretensión de autoridad a la hora de una lectura. Por tanto, ya nadie tiene el monopolio de “juzgar” sobre lo que es pertinente o no en materia artística u otra manifestación humana a riesgo incluso de verse desvelado, excepto quizás por Wikipedia que se actualiza a diario y tiene una política en donde solo cabe el sentido común para tratar de conquistar al mundo. Es bueno anotar que la crisis de los discursos críticos no se debe a la falta de criterios, sino por otro lado a la multiplicación de estos.

Fernando R. Alemán Malespín.

Artista visual y diseñador gráfico.

www.infortuniosliterarios.blogspot.com

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