La plasticidad del
cuerpo no es algo cuestionable. No en vano las personas experimentan con la
posibilidad de modificar su cuerpo como reflejo de su incapacidad para
reconocerlo por lo que es, sino por lo
que pudiera ser.
La pintura como
género ya ha explorado en su historial la posibilidad de lo que podría ser real
con la estrategia del ilusionismo que deriva de mezclar ficción con realidad.
Norlan Gutiérrez nos invita con sus pinturas a contemplar esa posibilidad desde
una seducción caníbal. Se plantea el encantador horror con el recurso de la
armonía formal y el estímulo del asco. El proceso de factura es el resultado de
una mezcla entre la ficción y la realidad.
Las imágenes guardan relación con sus experiencias personales que se
ligan a los mitos cultivados en su mente y la posibilidad de que estos fuesen
reales, de ahí el uso del lenguaje figurativo que da cuenta del diseño de esta
“criatura”.
El artista es
acertado en sus recursos al llevarnos a valorar esa capacidad de modificación
del cuerpo como si se tratara de un entorno. No en vano los seres humanos somos
capaces de celebrar nuestra virtud de modificar nuestra realidad inmediata. Las pinturas de Norlan poseen un tratamiento
clásico en las líneas de los viejos maestros, pero sus semblantes son macabros,
torcidos, mutados que albergan un ejército de parásitos prósperos y coloridos.
Fernando
Alemán Malespín
Managua,
28 de octubre de 2014
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