Foto: Manuel Esquivel
Que el mérito de haber subido no le quite
nada a la caída. La puesta en escena de este Déjà vu como expresión artística
concebida bajo un concepto de fugacidad en el tiempo, de no permanencia como
objeto artístico material y conservable, sino de relevancia simbólica. Por su
carácter perecedero y transitorio, el arte efímero no deja una obra perdurable,
o si la deja —como sería el caso de la moda— ya no es representativa del
momento en que fue creada.
En este caso su legado reside en su valor simbólico. Independientemente
de que cualquier expresión artística pueda ser o no perdurable en el tiempo, y
que muchas obras concebidas bajo criterios de durabilidad puedan desaparecer en
un breve lapso de tiempo por cualquier circunstancia indeterminada, el arte efímero
tiene en su génesis un componente de transitoriedad, de objeto o expresión
fugaz en el tiempo. A algunos no les hizo gracia el trabajo de modelar una
estructura tan grande y compleja para luego destruirla, pero la vida sabe lo
que está haciendo y si se está
esforzando por querer destrozar algo, no debemos estorbar en ello dado que al
reprimirlo estamos bloqueando el camino hacia una nueva concepción
que ha nacido en este caso en la mente del autor, aunque no seamos conscientes
de ello y suene más divertido que artístico.
En estas expresiones públicas es decisivo el
criterio del gusto social en la medida que nos involucra a todos como grupo
interesado y políticamente sesgado, que es el que marca las tendencias, para lo
cual es imprescindible la labor de los medios de comunicación, así como de la
crítica de arte. Confieso que tuve varias preocupaciones con respecto a la obra
de Alejandro de la Guerra. Según el artista, “La caída”:
“… pretende hacer que convergan en un mismo espacio personas que vivieron ese momento histórico y a personas más jóvenes que no vivimos ese momento, para generar diversas emociones colectivas en un entrecruce generacional”
Managua, Marzo de 2014
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